sábado, 17 de septiembre de 2016

Bouchard en las Filipinas, El tesoro del pontín de las Batanes


Por Alejandro Rossi Belgrano, adaptado del libro “Nuevos Documentos sobre el crucero de La Argentina a través del mundo”

Introducción al artículo 


Al norte de la isla de Luzón se encuentran dos grupos de islas, las Babuyanes y las Batanes.
El 13 de abril de 1818 el Capitán Bouchard capturó un barco en la zona, en sus palabras: “…seguí mi viaje al norte de la isla y el día 13 de marzo tomé una goleta que iba cargada a cuenta del rey y hacia las islas Batanes”.
Puso al mando de la nave a Luis Greissac y lo tripuló con ocho marineros. El fuerte viento separó las naves y “el día 15 de abril en la noche desapareció y hasta la fecha no he tenido noticia”.
El capitán del barco, que había sido trasbordado a La Argentina, le confió a Bouchard que el pontín llevaba un tesoro en su bodega.
Esta revelación, unida a su pérdida, motivó la desconfianza del Capitán Bouchard: “creo firmemente que se ha ido a Macao o a Cantón, por la codicia de algunos intereses que había a bordo, tanto en plata como en hacienda”.
Siempre quedó pendiente la respuesta a este enigma, ¿qué llevaba, si es que realmente llevaba algo, el pontín de las Batanes?

El Real Situado


Nuevamente el informe del Gobernador echa luz sobre estos interrogantes.
El tesoro existía y se trataba del Real Situado, la contribución de la corona para el mantenimiento de la administración y el ejército.
Consistía de 1700 pesos en plata  y otros tantos en cavanes de arroz, que se estaban enviando a las Batanes.
El cargamento era largamente esperado en las islas, ya que la frecuencia de su arribo era anual en el mejor de los casos.
¿Por qué desapareció el pontín y que ocurrió con él?, eso se los contaremos en próximos artículos.
¡Adelante con Bouchard!

sábado, 3 de septiembre de 2016

Bouchard en las Filipinas, una acción humanitaria


Por Alejandro Rossi Belgrano, adaptado del libro “Nuevos Documentos sobre el crucero de La Argentina a través del mundo”

Introducción al artículo 


Siempre se ha considerado que Hipólito Bouchard era un hombre de acción.
Sin embargo esta virtud, que se manifestaba a través de su arrojo y valentía, fue exagerada al punto de convertirla en rigor, severidad e intolerancia.
Recordemos como definía Mitre la personalidad del capitán de La Argentina: “vigilante, sobrio, habitualmente bondadoso, de una imaginación fogosa y vagabunda, a la par que de una prudencia fría, abrigando en su alma el entusiasmo por su patria adoptiva y el anhelo de la riqueza”.
Los muchos adversarios que debió enfrentar en su largo periplo prefirieron definirlo como un hombre cruel, pero si nos detenemos a analizar sus acciones a lo largo de los dos años que duró el crucero, encontraremos que los hechos contradicen estas apreciaciones.
Bouchard prefería vencer con la intimidación más que con la acción. Sabía que convenía a ambas partes aún en los extremos términos de la guerra.
De tal forma sus advertencias y exhortaciones eran severas, pero si no bastaban y debía actuar era prudente y moderado.
A continuación presentamos un suceso que demuestra cabalmente su conducta.

La liberación de los prisioneros


A causa de la gran cantidad  de barcos capturados durante los dos meses que se extendió el bloqueo de Manila, se reunió una importante cantidad de prisioneros.
Superaban los 160 hombres y eran mantenidos en un pontín que navegaba en conserva con La Argentina.
El 29 de marzo de 1818 se produjo la matanza de los hombres de Bouchard. Sommers y sus compañeros, en total 14 tripulantes de La Argentina, cayeron a manos de los realistas sin poder defenderse y fueron cobardemente asesinados. El mismo capitán Bouchard definió el hecho como una gran inhumanidad.
Pese a ello, sin intentar vengarse en sus muchos cautivos de la crueldad de los españoles, al día siguiente los liberó. El propio Gobernador describió estos sucesos al Virrey.
En el mismo pontín que se usó para capturar el bergantín del gobernador de las Marianas, Bouchard envió a 143 indios al pueblo de Agoo. Para que no pasaran privaciones durante el trayecto les entregó un barril con agua, arroz y maíz.
También una carta para el Capitán General de las Islas cuyo texto se desconoce.
Junto a Bouchard quedaron unos 22 filipinos que se incorporaron a su tripulación y que llegarían a América.
Estos sucesos demuestran una actitud  que sería constante en el capitán: evitar  todo derramamiento innecesario de sangre. Por eso a lo largo de todo el crucero se produjo una mínima cantidad  de bajas enemigas.
¡Adelante con Bouchard!